La decisión del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, de albergar la Copa América de fútbol en su país es una apuesta difícil de entender a simple vista.
Desde que la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) reveló el lunes que Brasil sería sede del evento, que originalmente debía desarrollarse en Argentina y Colombia, han llovido críticas de todo tipo.
Muchos recuerdan que Brasil tiene uno de los peores brotes de coronavirus en el mundo, con más de 465.000 muertos y un promedio superior a 61.000 nuevos casos diarios reportados en la última semana.
Expertos en epidemias e infecciones advierten que la Copa América puede contribuir a empeorar la situación, al generar más actividad y aglomeraciones cuando la ocupación de camas de cuidados intensivos supera el 80% en varias partes de Brasil, incluidas las cuatro subsedes del torneo: Brasilia, Goiás, Mato Grosso y Río de Janeiro.
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La situación es tan delicada desde el punto de vista sanitario y político que gobernadores de otros estados del país, como el más poblado, São Paulo, avisaron que evitarían organizar partidos de la competencia sudamericana de selecciones.
El propio gobierno federal pareció vacilar frente a las críticas, pero Bolsonaro defendió la decisión el martes, procurando separarla de la pandemia: "Lamento las muertes, pero tenemos que vivir", dijo.
Algunos analistas ven esta decisión como otra jugada riesgosa del presidente de ultraderecha, pero otros consideran que hay un cálculo frío detrás de la misma.
"La apuesta de Bolsonaro es tratar el campeonato como el gran evento que señala una nueva fase en el país, superando la pandemia", le dice a BBC Mundo Antonio Lavareda, un reconocido experto brasileño en ciencia política y encuestas de opinión.
Creciente impopularidad
La Conmebol prevé que la Copa América comience el 13 de junio en Brasil, después que Colombia perdiera el papel de anfitrión en medio de una ola de protestas contra el gobierno y Argentina decidiera no organizarla ante un aumento de casos de covid-19.
Sin embargo, Bolsonaro también enfrenta crecientes dificultades políticas.
El índice de aprobación del presidente cayó hasta 24% en mayo, según una encuesta de Datafolha, seis puntos menos que en marzo, y su impopularidad se notó el fin de semana en las mayores protestas callejeras en su contra desde el inicio de la pandemia.
Bolsonaro intentó desde el año pasado minimizar los riesgos del coronavirus sin atender los consejos de la ciencia, y esa actitud parece volverse en su contra ahora.
Una comisión investigadora en el Senado sobre el manejo de la pandemia, cuyas sesiones se transmiten a la población, ha escuchado testimonios de cómo el gobierno dejó pasar oportunidades de adquirir millones de dosis de vacunas contra el coronavirus el año pasado.
La campaña de vacunación avanza lentamente en Brasil: hasta el martes, apenas el 10% de la población había recibido todas las dosis prescritas y el 22% al menos una.
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En este escenario, el gobierno de Bolsonaro celebró esta semana el dato de que la economía brasileña creció 1,2% en el primer trimestre del año y alcanzó su nivel previo a la pandemia, algo que sorprendió a los analistas.
"Bolsonaro apuesta al hecho de que la economía brasileña se estaría recuperando y el campeonato de la Conmebol serviría para señalar una recuperación del humor de la sociedad", explica Lavareda.
Si bien niega que haya evidencia sobre el impacto político de eventos de este tipo, el experto señala que el futbol "siempre tiene la capacidad de desviar parcialmente el foco de atención de las personas".
En un mensaje por cadena de radio y televisión este miércoles que fue recibido con caceroladas en distintas ciudades de Brasil, Bolsonaro resaltó el crecimiento del PIB y dijo que todos los brasileños que quieran serán vacunados antes de fin de año.
También sostuvo que aceptó la realización de la Copa América en Brasil "siguiendo el mismo protocolo de la Copa Libertadores y de las Eliminatorias de la Copa del Mundo", que se disputan sin público en los estadios.
Riesgos políticos
Sin embargo, llevar la Copa América a Brasil puede implicar un costo político para el presidente brasileño, señalan algunos expertos.
Cristiano Noronha, analista político de la consultora Arko Advice en Brasilia, evalúa que "el riesgo que Bolsonaro enfrenta es que tengamos un aumento significativo de casos" de coronavirus.
Si eso ocurre, "ciertamente recordarán esta medida y que al final terminó pasando un mensaje equivocado a la población", dice Noronha a BBC Mundo.
La oposición a Bolsonaro ya prepara protestas contra la realización de la Copa América en Brasil y convocó a una nueva jornada de manifestaciones para el 19 junio, cuando el torneo estaría en pleno desarrollo.
"No queremos copa, queremos vacuna", se leía en una pancarta colocada este miércoles frente al estadio de Maracaná, en Río.
El pulso en las calles brasileñas es visto como un preámbulo de las elecciones del año próximo, cuando se espera que Bolsonaro busque su reelección enfrentándose al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
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La popularidad del izquierdista Lula ha crecido en meses recientes y una encuesta de Datafolha en mayo indicó que, en una eventual segunda vuelta, obtendría el 55% de votos contra el 32% de Bolsonaro.
Vera Chaia, una profesora de ciencia política en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, cree posible que Bolsonaro gane algo de apoyo si la Copa América se desarrolla con normalidad y Brasil resulta campeón.
Pero afirma que las prioridades de la sociedad brasileña ahora son otras que en 2019, cuando eso ocurrió por última vez en el mismo país.
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