“Ahora te has marchado definitivamente y no pudimos volver a estrecharnos las manos, tocayo. Juntos disfrutamos y también peleamos”, dice el entrenador que fue contratado por Salinas, quien siempre vio al venezolano como el único técnico que puede llevar a Bolivia al Mundial de Catar 2022.
En el texto, Farías destaca el esfuerzo de Salinas para conseguir un título de The Strongest, en 2016, y su entereza para ganar una elección “al dirigente más exitoso del fútbol boliviano, en mi opinión, don Guido Loayza”, en la FBF.
Esta es la carta transcrita que Farías le dedicó a Salinas:
Un día de 2016 llegué a La Paz, por esas vueltas que da el fútbol, a solo 24 horas para que The Strongest jugara ante el San Pablo por la Copa Libertadores. Me dirigí al complejo de Achumani, donde me esperaba don César Salinas, un hombre pausado y humilde, que me recibió con mucho cariño. Estábamos a unos minutos de mi presentación como técnico de su equipo, el Tigre. Todo había sido muy rápido, muy repentino. No había estado en esa situación nunca, venía seis días atrás de dirigir en la misma Copa Libertadores a Cerro Porteño, un episodio único y duro.
Recuerdo que me dijo: “Profe, yo no soy muy canchero para los medios. Estoy nuevo, debo mejorar, así que agarre la conferencia para usted”. Me sonreí y le respondí que no se preocupara por eso, que lo importante es ser buena persona y que por lo que veía de él y lo que me habían comentado, él era un buen hombre. “Déjemelos a mí, que yo disfruto de estos momentos”, le agregué sobre los medios. Nos estrechamos las manos y salimos a la presentación. Al San Pablo teníamos que ganarle para pasar, la fortuna no nos acompañó.
Me sentí muy triste habiendo tenido tan cerca la posibilidad de pasar. En el torneo local el equipo venía en la mitad de la tabla y perdimos en nuestro debut por la Liga, pero después levantamos llegando a ganarle incluso al que a la postre sería campeón. Terminamos segundos, con un buen fútbol y un equipo que tenía carácter para competir. Había sido una estadía de sólo 28 días, pero con emociones muy intensas. En los últimos días, aquel hombre al que no le gustaba las cámaras, pero que tenía sueños y por cumplir, me propuso seguir, yo sólo lo escuché y le respondí: “No sé si se dará mi vuelta, lo que si le digo es que cuente con que lo vamos a apoyar”. Me respondió con una de sus frases favoritas: “Velo con cariño”.
Antes de irme me agradeció, me dijo que nos había faltado tiempo para ser campeones y soltó un “nos vemos pronto, profesor”. Sin duda, todavía no conocía la determinación de ese hombre que me generaba buenas sensaciones. Volvía a Buenos Aires, donde me había reagrupado con mi familia y evaluaba un par de posibilidades profesionales.
A los 20 días apareció don César para proponerme volver a The Strongest. Yo necesitaba tres días para las conversaciones que tenía en puertas, pero él estaba muy decidido y mirándome me dijo: “No puedo esperar, me vine acá para solucionar y no puedo esperar un día más” y luego agregó que esperaba que yo entendiera que él quería ser campeón y competir en la Libertadores. El señor Salinas había hecho una buena oferta y yo a cambio le pedía una pretemporada en el extranjero, partidos de preparación internacional y mantener el plantel.
Me ofreció reforzarlo donde yo le sugiriera, ahí empecé a entender su determinación. Cuando firmamos el contrato me dijo: “Vamos a ser campeones y yo voy a ser el presidente de la federación, ya sabe que cuento con usted, profesor”.
Luego me comentaron que camino al aeropuerto, don César comentó que ya podía tomarse el refresquito en Achumani con tranquilidad, porque había contratado a su tocayo. Tal vez no le di tanta importancia a sus palabras, pero cumplió todos sus acuerdos y fue creciendo en su rol al punto tal de ganarle al dirigente más exitoso del fútbol boliviano, en mi opinión, don Guido Loayza.
Hicimos un grandísimo campeonato, desplegando un fútbol que cautivó a propios y extraños y eso nos llevó a jugar una final ante un gran rival, que había hecho las cosas muy bien, pero que se tomó con la determinación que tuvo el presidente Salinas para ganar y levantar un trofeo con una gran sonrisa, una imagen que nunca se me borrará. Ahora te has marchado definitivamente y no pudimos volver a estrecharnos las manos, tocayo. Juntos disfrutamos y también peleamos.
Me enorgullece haberte podido dar la oportunidad de que vieras a tu Tigre plantar cara ante los mejores de Sudamérica, y a la Selección boliviana Sub-23 desplegar un fútbol con autoridad, que te hizo recibir halagos de tus compañeros de Conmebol. Gracias por todo, don César, su legado lo reconocerá mucha gente, y yo guardaré nuestros recuerdos por siempre.
Que su alma descanse en paz y como el vuelo del cóndor se eleve hacia la eternidad.
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