La selección boliviana de fútbol es, por ahora, un equipo pendular. Ha mostrado en los últimos años distintas versiones y entrenadores con estilos muy variados, aunque nunca terminó de cumplir sus propias promesas. Desde aquel conjunto equilibrado de Quinteros, pasando por otro más prudente de Azkargorta y recordando la dura experiencia de Soria, también el indescifrable equipo de Baldivieso, hasta la experiencia con Farías, hoy aparece en discusión la Selección de Eduardo Villegas que tampoco puede hacer milagros.
En tiempos en los que se cuestiona todo, ahora está en tela de juicio el trabajo de Villegas, como si no supiéramos la capacidad que tiene. Queremos decirles que la labor de los entrenadores se juzga a partir de dos grandes ejes. El primero el de la evolución de sus equipos. En estos días disparatados del fútbol, tener cierto margen de tiempo implica aumentar las exigencias. Evolucionar es retocar, agregar, mejorar y pulir principios ofensivos y defensivos partido a partido. Evolucionar es también potenciar el rendimiento individual para que incida en algunos aspectos del funcionamiento colectivo. Es el caso de nuestra Selección, un equipo capaz de entregar ráfagas de buen juego, y a su vez, muy ordenado en las básicas interacciones que constituyen al fútbol. Es decir, en las relaciones que se establecen entre los jugadores, en sus empatías.
El segundo aspecto que define a un equipo es la inteligencia. Inteligencia para interpretar momentos, la toma de decisiones, la lectura del desarrollo para prevenir y anticipar el caso. Un ejemplo del último partido disputado frente a la Selección de Francia: todos los jugadores, llegaron a captar que el rival se le vendría encima, un aspecto que sirve como base para un trabajo posterior. Por ahora Bolivia vive de la electricidad de los arranques de algunas individualidades. Si bien hay un rasgo madre que es, todos mantienen el orden establecido y corren atrás de la pelota, y después cuando la recuperamos intentamos conservarla tocando a ras del piso. La antesala de la velocidad es la circulación cuando recuperamos él balón, mientras más rápido circule seremos más veloces y más profundos. Es muy distinto ser rápido que poner jugadores que vayan corriendo detrás de la pelota.
Lo importante es que más allá de cualquier consideración nuestro equipo tenga un buen rendimiento y que la Copa América Brasil 2019 sirva para que Eduardo Villegas pueda encontrar las respuestas que está buscando y los jugadores se comprometan con la propuesta del entrenador, para que el fútbol boliviano esté bien representado, como no ha ocurrido últimamente.
Sergio Apaza
Entrenador de Fútbol
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