domingo, 3 de abril de 2016

Sudamericano del 63 y su legado


31 de marzo de 1963. La máxima hazaña del fútbol boliviano: La conquista de un título sudamericano. Han transcurrido 53 años desde esa última vez que jugadores como Wilfredo Camacho, Abdul Aramayo, Víctor Agustín Ugarte, Fortunato Castillo, Max Ramírez o Ausberto García entre otros, dieron la vuelta olímpica, luciendo orgullosos la camiseta nacional.

Quienes no tuvimos el privilegio de la vivencia propia, escuchamos en reiteradas oportunidades que más allá del exquisito nivel técnico de los jugadores de la época, ese equipo tenía una sed de victoria que hizo realidad lo que por entonces parecía una quimera: Ser campeones en el concierto sudamericano.

Hoy los tiempos son distintos, y los actores también. Bolivia no tiene jugadores que marquen la diferencia en materia individual, lo que arrastra a un deficiente desarrollo colectivo.

Hace mucho que estamos aguardando a los nuevos Ugarte y Etcheverry.

La mentalidad también es otra. Cuando la Selección nacional debería estar por encima de cualquier situación, acudir a su llamado parecería opcional y lo que es peor, el frágil compromiso con la esencia misma del concepto de competencia, que se diluye ante la tentación del intercambio de camiseta con alguna figura mundial.

A más de medio siglo de la hazaña más importante en el fútbol boliviano, gran parte de ese anecdotario y testimonios de vida deberían preservarse en un Museo del Fútbol Boliviano. Más que como un símbolo material, un recordatorio para inspirar a quienes luzcan "la verde”, el compromiso con el país a través de la camiseta que les toca defender.

No se trata de un falso nacionalismo, es reencontrarse con nuestra historia en un momento donde se ha extraviado la idea de servir a la Selección y no servirse de ella como vitrina.

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